la historia del arte en minúsculas
leonardo da vinci
van gogh pasea en un bolso de girasoles que lleva una anciana por el boulevard raspail;
hay una cortina rasgada que es puro hitchcock en una esquina de londres;
buñuel nos observa con su ojo sesgado desde un cartel en la avenida corrientes;
el trazo de una curva en tiza sobre una baldosa en oporto lleva la firma niemeyer.
japón está lleno de chillidas; en grecia abundan los malevich;
todos los líquenes encierran un pollock y bajo los dibujos de los niños, late siempre la mano de paul klee;
la calle es el mejor de los museos; los muros, pinacotecas sin techo; los suelos, fondos de la memoria.
lo que realmente interesa es atrapar el gesto, pequeños rastros de inmortalidad,
todo para escribir la historia del arte en minúsculas, aquella que se traza con la mirada personal de cada uno.
¡vermeer! ¡courbet! ¡proust! todo son estampas que funcionan como signos de admiración,
y al fondo de todos, el más difícil de capturar, ¡brancusi!, tan inasible como el vuelo de un pájaro.